PYMES y redes sociales: ¿to be or not to be?

Tienes una empresa. Ha llegado el día en el que un iluminado (gurú del marketing, millenial o individuo), con tono certero y rotundo, te dice: “tienes que estar en redes sociales”. Y en ese momento, tú, que hasta entonces creías haber estado haciéndolo más o menos bien (al fin y al cabo, tienes clientes, trabajo y empleados) sufres tu primer episodio de FOMO. ¿Qué de qué hablo? Del ‘miedo a quedarse fuera’ o en palabras anglosajonas: ‘fear of missing out’.

Y entonces, BOOM. Se desata un Big Bang en tu cabeza. Te dices a ti mismo que la suerte de estos años prehistóricos en los que trabajabas sin redes sociales ha llegado a su fin y que si no “estás”, te extinguirás como el dinosaurio que eres.

No. Tú no te desaparecerás. Buscas en Google: “redes sociales” y te abres cuentas en todas aquellas que salen en la primera página del buscador. Instagram, Facebook, Twitter, Youtube, LinkedIn, Pinterest, Google +, Reddit….“Hay que estar en redes sociales” te repites a ti mismo una y otra vez mientras rellenas formularios y creas contraseñas que ni la CIA descubriría. Una vez estás, le pides a cualquier familiar o amigo (sin canas) que, por favor, te diga cómo funciona esto. No hay tiempo que perder.

Y subes tu primera foto del café de la mañana a Instagram. Lanzas un tweet #con #varios #hashtags y anuncias en Facebook tu estreno digital en el muro. Hecho. Respira. Ya está. Salvado. Te sientes bien. Estás in. Se acabó la angustia de encontrar clientes, ahora vendrán solos. Los proyectos se dispararán. Estás preparado para la #revolución #digital.

Y pasan los días y sigues subiendo material a las redes sociales como un campeón. No fallas. Tienes likes, algunos follogüers (la mayoría amigos, conocidos, clientes y bots rusos…pero ya irá creciendo) y estás convencido de que esto va a más. El otro día en una conferencia sacaste una foto chulísima y mientras pensabas lo que escribirías y dabas una vuelta a los #hashtags que pondrías, se te acercó un hombre preguntándote qué te estaban pareciendo las charlas. PUF. Te pilla acabando de rematar la publicación, has estado toda la conferencia en Twitter y esto es importante (los follogüers esperan). Le pides que espere un segundo y cuando levantas la mirada, ya no está.

Pasan los meses y ya no sabes muy bien qué subir. Los seguidores y los likes se han estancado. No ha llegado ningún cliente nuevo, ni siquiera una llamada. Ni un mísero tweet de interés comercial. Ya publicas de vez en cuando y has perdido la ilusión del principio. Además, tu sobrina te dice que tu feed (¿qué?) de Instagram no tiene coherencia cromática y tú no entiendes nada. Te dice que para qué tienes Google+ si eso va a desaparecer (¿cómo?). Que faltan emojis en tus tweets (¿perdón?). Y, entonces, te vuelves a sentir el mismo dinosaurio de hace unos meses. Abandonas tus redes sociales y dejas sus ruinas en Internet como si fuera el Titanic. El asteroide de las redes sociales te ha golpeado, dinosaurio.

Bueno, vale. Quizás hemos dramatizado un poco, todo sea por la historia. Lo que queríamos ilustrar es que muchas veces el hype alrededor de las redes sociales lleva a las empresas a confundir e inflar el potencial de las mismas. A pensar que con “estar”, el trabajo ya está hecho. Y no. Las redes sociales no van a hacer el trabajo sucio por ti. Las relaciones personales, las experiencias en el mundo real y romperse el coco para mejorar el producto o servicio que ofrecemos siguen siendo estrategias infinitamente más efectivas (a largo plazo) que estar o no en redes sociales. Aún más si no tenemos ni idea de qué estamos haciendo con ellas.

No obstante, las redes sociales son, sin duda, una herramienta más que puede (o no) servirnos para potenciar e impulsar nuestros objetivos de negocio. Para ello, es importante definir el por qué y el cómo. Una vez definido, hay que ser constante: aplicar el plan e iterar según las necesidades y los aprendizajes.

Así que, ya sabes, antes de lanzarte a las redes sociales plantéate el eterno dilema: to be or not to be?

Y el contenido, ¿dónde irá? — al cajón desastre

Olvídate de los algoritmos o los haters, la gran pesadilla de las empresas sin un servicio de redes sociales profesionalizado es la organización de su contenido. Da igual lo bonito que haya quedado tu vídeo corporativo o las cientos de fotos de tu evento. Si no tienes una metodología para organizarlo, estarás perjudicando tu inversión de dinero, tiempo y esfuerzo en la creación del contenido. Y eso…no es bien.

Aunque a priori esto es muy obvio, la realidad es que cuando hay muchas personas generando contenido, si no está bien organizado, se convierte en una jungla de tres pares. Parte del material que se genera no sirve, otra se pierde entre grupos de whatsapp/emails y lo que se publica, una vez publicado…olvidado. De este modo, perdemos la oportunidad de reutilizar el contenido, de aprender cómo mejorar, encontrar nuevas maneras de distribuirlo…

Tú buscando las fotos del evento del año pasado

Tener el contenido bien organizado te permite reutilizarlo de manera estratégica, ahorrar tiempo en la búsqueda de materiales para presentaciones, campañas publicitarias, redes sociales…Si hay una nueva incorporación en la empresa para ayudar con la comunicación, le será sencillo e intuitivo empezar a trabajar. Y, además, tener la información organizada permite revisar la historia de contenido para definir nuevas temáticas o detectar necesidades (entre otras). Así que, como ves, tener tu información organizada es en sí un activo de ALTO valor.

A continuación, te compartimos tres sencillas maneras de mejorar la organización de tu contenido.

  1. Define un capitán — aunque no haya nadie dentro de la empresa que se dedique a la comunicación al 100% es importante definir un capitán, es decir, una persona que coordine. El capitán será la figura de referencia para quiénes generen contenido. El capitán debe tener muy clara la estructura de organización del contenido, los medios de envío del contenido y será quién de las directrices al equipo del tipo de contenido que deben generar los miembros. De este modo, lograremos un contenido mínimamente coherente y evitaremos tener archivos perdidos en cadenas eternas de email y whatsapp.

PD: si el capitán tiene que limpiar la escotilla y disparar cañones, es difícilmente tendrá tiempo para dirigir el barco.

Tu capitán recibiendo 1000 whatsapps


2. Cada cosa por su nombre — otra obviedad, pero cómo se nombren los archivos y carpetas es de vital importancia. Aquí lo suyo es que cada cual utilice la que más útil le sea, lo importante es que todo se organice atendiendo a ese sistema. Si logramos mantener un formato de orden, incluso a años vista, tardaremos nada y menos a la hora de buscar contenido. Un ejemplo sencillito de cómo esta empresa organiza sus fotos:

3. Plataforma colaborativa — estamos en la BENDITA era de la nube. Hoy en día todos podemos trabajar con todos desde partes completamente remotas del mundo. Y todavía, no lo hacemos. Todo lo anterior lo trasladaremos a una plataforma de almacenamiento en la nube tipo Dropbox o Drive a la que todos los miembros del equipo puedan acceder y puedan incluir el material que generen. Evitaremos así mandar cientos de whatsapps y saturar la preciada memoria de nuestros teléfonos.

Aunque estas tres ideas son, por lo general, útiles para cualquier empresa (especialmente en la que varias personas generan contenido) es importante entender que no existe un modelo perfecto para todos y hay que probar qué funciona y qué no.

Minimum Visual Viable Content (MVVC)– el contenido más vital, no más

Si alguna vez te has ido a dormir sintiéndote culpable porque hoy tampoco has subido nada a las redes sociales de tu empresa, sigue leyendo. Y si no lo has subido porque pensar en sacar una foto o buscar dónde están las fotos (que os hizo tu sobrino) te da escalofríos, entonces, lee con mucha atención.

El problema

Muchas empresas dejan de subir contenido a sus redes sociales porque no saben ‘qué foto subir’. Tampoco tienen tiempo (lógico, tienen otro millón de cosas que hacer) ni presupuesto para contratar a alguien a tiempo completo. Todo esto resulta abrumador, se percibe como una misión imposible y se relega al cajón del ‘me tengo que poner con eso algún día’.

El error

Dejar de aprovechar la presencia en redes sociales por pereza o por lo difícil/caro que creemos que es mantenerlas es decir adiós a una oportunidad de extender el buen hacer de tu producto o servicio a un medio repleto de oportunidades. Imagina un escaparate de una tienda a pie de calle: ¿de qué sirve vender las mejores piezas dentro de la tienda si en el escaparate se ven bolas de polvo, maniquíes medio rotos y bombillas fundidas? Sí, los clientes que tenías y están contentos seguirán contigo, pero, ¿y todos aquellos que podían haberse enamorado de tu escaparate y haber entrado a conocer tus productos?

El carrito de un posible cliente cuando ve tus redes sociales

La solución: Minimum Visual Viable Content (MVVC)

No seré yo quién te diga que crear contenido, distribuirlo y monitorizarlo es sencillo. De hecho, bien hecho, hablamos de puestos de trabajo diferentes y departamentos dedicados en exclusiva a generar contenido. Pero esto no es viable. No es viable en una pequeña empresa sin apenas presupuesto para la comunicación. Pero tampoco es imposible. La solución: el Minimum Visual Viable Content (MVC) o en castellano Mínimo Contenido Visual Viable.

Es decir, la cantidad mínima de contenido visual que necesitas tener para mantenerte X (inserte número) meses. Este contenido se contrata a un profesional y se genera en un tiempo limitado (puede ser en una mañana, una semana o un mes). Permite publicar en redes sociales y mantener las comunicaciones digitales activas durante varios meses sin quebraderos de cabeza en cuanto al elemento visual (fotografías, vídeos, GIFs, plantillas para Stories, etc).

El MVVC podemos dividirlo en dos tipos:

  • Propio — visuales sobre tu servicio/producto, sobre la experiencia del cliente con tu producto, sobre el equipo, sobre elementos generales del sector. El contenido es tuyo y te permite comunicar de manera directa tu marca, tus servicios y tu ecosistema.

  • Filtrado — visuales externos de uso libre que se alineen con tu empresa y con tu contenido propio. Se crea una carpeta donde se guardan fotografías y vídeos afines y que te amplían la base de contenido considerablemente. Este tipo de contenido es muy útil para posts en el blog, para intercalar entre publicaciones propias, etc.

De este modo generamos un banco de contenido que, aunque repitamos a lo largo de los meses, no resulta repetitivo y nos permite no sólo publicar, sino comunicar con nuestras publicaciones. Nos aporta una coherencia visual que, a simple vista, al usuario le transmite confianza y a la empresa le ahorra tiempo, dinero y le permite mantener una comunicación mínima en el medio digital.

DISCLAIMER

  1. Recordemos que hablamos de mínimos, por lo que si queremos publicar dos veces al día cada día de la semana, lo más probable es que se necesiten más recursos (de producción y estratégicos).

  2. El contenido debería utilizarse de manera estratégica. Si no puedes costearte alguien que te ayude con tu estrategia digital, piensa cómo vas a dosificar el contenido (cuántos días a la semana, para qué, para quién…). De nada sirve que tengas el mejor contenido visual si después lo despilfarras.

  3. Piensa antes de crear el contenido. No esperes que vaya el fotógrafo y sepa qué es lo que quieres. De nuevo, si no tienes soporte estratégico tendrás que definir muy bien tus necesidades. Algunos temas que suelen aplicar a cualquier empresa son: fotografía de producto/servicio, fotografías de uso/contexto, fotografías del equipo, plantillas para las comunicaciones, etc.

  4. Aplica una gestión de mínimos. Recuerda que aunque tengas el contenido visual, la idea es que lo dosifiques. De nada sirve publicar 30 fotos el día que recibes el contenido y abandonarlo el resto del año. Si apenas tienes tiempo, fija uno o dos temas (ej.: descripción de servicios y promociones) y publica sobre eso. Más vale poco y consistente, que mucho y arbitrario.

Y de momento, lo dejamos aquí. Esperamos que si eres del grupo que tiene las redes sociales de la empresa desérticas porque ‘el tema de las fotos’ te da pereza, te hayas quedado con que realmente no tiene por qué ser tan abrumador crear tu propio banco de visuales.

Tu cara en la sesión de fotos. Es broma, normalmente las sesiones de fotos son lo más. Música, comida y baile para relajar el ambiente.

Los abogados también ríen

No sé a vosotros, pero a mi de pequeña me fascinaban los abogados. Para mi eran seres elegantes que vestían trajes impolutos y más que andar, flotaban por sus glamurosos bufetes. Un día salvaban el mundo de un político corrupto y al día siguiente defendían con fervor pruebas (o como dicen en los doblajes, evidencias) que demostraban la inocencia del que parecía malo malísimo. Por supuesto, esta visión hollywoodesca de la abogacía poco tiene que ver con la realidad de un abogado, pero para mí, siempre serán seres especiales.

No obstante, y poniéndonos un poquito serios, normalmente cuando tenemos que ir al abogado es porque debemos tratar cuestiones de peso y, en muchos casos, desagradables. Para mas inri, muchas veces no sabemos en qué idioma nos están hablando y por ende, no entendemos muy bien ni cómo será el proceso, ni “por cuánto nos va a salir la broma” ni si podremos contar con nuestro abogado cuando nos entre el agobio y tengamos pesadillas con ir a la cárcel (bueno, vale, igual estamos exagerando). Confiamos porque no nos queda otra. Dicha realidad, fría y distante, choca frontalmente con el avance de otros sectores que están cada vez más cerca del cliente y procuran ofrecerle la experiencia más placentera y sencilla posible.

Así que cuando López-Hermoso Abogados, un despacho con solera especializado en derecho mercantil, nos contactó para renovar su imagen corporativa y nos planteó su modo de ver y sentir la abogacía — cercana, transparente y sin sorpresas — nos pedimos unos Manolitos y celebramos el comienzo de una bonita colaboración.

La primera parte de nuestro trabajo, previo al nuevo diseño de la marca, consistió en conocer el despacho: sus necesidades, servicios, funcionamiento, gustos y visión de futuro. A través de talleres y muchas muchas preguntas, dimos con la información necesaria para trabajar sobre su imagen corporativa. El reto: comunicar a través de su imagen corporativa una nueva manera de ejercer la abogacía. Más fresca, moderna y cercana. Eso sí, sin perder un ápice de profesionalidad y saber hacer.

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